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Guardianes del manglar

Actualizado: 13 jul

El grupo Econatal está conformado en su mayoría por personas de la tercera edad que han decidido defender la salud y la cultura de los manglares del corregimiento de Ladrilleros.


Clidio Cáceres, miembro de Econatal. Fotografías: Camilo Plazas Vargas, @malpoeta_


Tal como el mangle incrusta sus fuertes raíces en el barro para proteger la tierra y sus especies del viento y del mar, un grupo de sabedores de la tercera edad pusieron en firme sus convicciones para proteger la salud del bosque de manglar, dándole vida a un sendero turístico a través del cual pudieran maravillar a los visitantes del mundo con sus conocimientos sobre la tierra y la vegetación leñosa.


Fue así como hace 12 años, en la zona Arrastradero - Sardinera, nació la organización sin ánimo de lucro Asociación Equipo Ecológico Natal - Econatal. Su nombre es un homenaje al mangle nato, científicamente conocido como Mora oleifera Ducke, una especie que germina en ecosistemas muy cercanos al mar y a los ríos, donde el agua dulce y salada se encuentran en los caminos que traza la marea. Esta especie se caracteriza por poseer una madera robusta y muy pesada que alcanza los 45 metros de altura. Características que la hacen ideal para la construcción de vigas y soportes, particularidad que también le ha costado aparecer hoy en la lista de especies colombianas en peligro de extinción.


Fotografía: Camilo Plazas Vargas, @malpoeta_


Econatal se conformó como un colectivo familiar, donde tíos, hermanos e hijos han trabajado de manera conjunta para proteger los paisajes naturales de agua dulce en Ladrilleros, buscando resaltar los valores culturales y ancestrales mediante recorridos ecoturísticos a las piscinas naturales de la Pachenda y Sardinera, así como compartir el conocimiento de la vegetación existente en el camino de manglar que las rodea.


Para hacer realidad este sueño fue necesario adaptar el camino, construir un sendero y soportes de madera que permitieran recorrer la zona de manera segura y cómoda; así mismo, se necesitaban lanchas para poder ofrecer recorridos guiados en medio del bosque húmedo tropical y así poder apreciar a las distintas especies de aves, peces y reptiles que anidan en este rico ecosistema.


Luego de 4 años de mucho trabajo, la oportunidad apareció en 2015, cuando Econatal obtuvo la financiación de una convocatoria ofertada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Ambiente.


Fueron al menos 17 familias las que se beneficiaron con la puesta en marcha del proyecto. Lo que empezó como un deseo de ocupar los años dorados de un grupo de adultos mayores y compartir sus conocimientos sobre plantas medicinales y funcionales, se convirtió en una labor fidedigna de una defensa ambiental.


Todo inició con instalarle un techo a la casa taller donde se reunirían los miembros de Econatal a planear las jornadas. Así mismo, el primer gran proyecto estuvo relacionado con la pavimentación de 1,5 kilómetros de sendero peatonal que finaliza en un embarcadero de madera donde descansan las lanchas que impulsadas a motor y a remo permiten adentrarse en la zona boscosa.


"Nosotros empezamos a trabajar para proteger la flora y la fauna del manglar. Por lo de la flora empezamos a tener muchos problemas, porque a la gente le gustaba estar cortando los árboles y nosotros estábamos pendientes de que no hicieran eso" explica Clidio Cáceres, de 63 años, uno de los guías locales y miembro del grupo Econatal.


“Al principio nos tocó lucharla mucho, porque decían que éramos unos sapos; creían que los denunciábamos con el Ejército cuando talaban los árboles" reconoce con un dejo de tristeza y rabia Cáceres, "pero ¡qué va! nosotros lo que hacíamos era explicarle a la gente que eso estaba mal, que no se podía acabar el manglar de esa forma", dijo mientras comentaba que lleva más de 20 años transitando por estas aguas someras, intentado enamorar a la gente de la vegetación y de la riqueza animal presentes en el mangle.


Según cifras del Ministerio de Ambiente en Colombia el 74,5% del total de bosques de manglar del país están ubicados en el litoral pacífico, donde a su vez, el Valle del Cauca cuenta con una importante cuota de 31.942 hectáreas de este tipo de ecosistema.



“El manglar es la salacuna, osea lo primordial donde nacen las jaibas, cangrejos, moluscos, tortugas”, explica Manuel Rosero, miembro de Econatal, haciendo alusión a la riqueza biológica de la zona mientras realiza una de las visitas guiadas. “Todo animal volador, terrestre y de agua se mantienen aquí en el manglar, porque el manglar tiene mucha vida”.


Un manglar es casi como una huella dactilar, pues debido a su rica y variada configuración biológica no es posible encontrar otro ejemplar idéntico. Según el Ministerio de Ambiente un 80 % de las especies marinas dependen del ecosistema de manglar para subsistir, por lo que la destrucción de estos entornos incide directamente en la disminución de la pesca para las comunidades costeras.


Teniendo en cuenta la información disponible en el Observatorio Mundial de Manglares Global Mangrove Watch (GMW), Colombia ha perdido alrededor de 7,269 hectáreas de manglar entre 1996 y 2020. Esta plataforma online diseñada por la Alianza Mundial de Manglares (Global Mangrove Alliance) permite observar mediante estadísticas y mapas el comportamiento de las zonas de manglares del mundo para así identificar su extensión o disminución en el tiempo.



Colombia es el único país de sudamérica que posee bosques de manglar en la costa Caribe y Pacífica, lo que representa una enorme ventaja biológica y ambiental, pues estos ecosistemas captan grandes cantidades de CO2 presente en la atmósfera, forman barreras naturales que protegen la tierra de la erosión costera y a las comunidades de inundaciones que puedan resultar peligrosas; también hacen las veces de filtradores de aguas residuales, regulan la temperatura, alimentan ecosistemas aledaños y proveen de alimento y medicina a quienes saben identificar las especies de su hábitat.



Reconociendo todas estas bondades, en 2015 los habitantes de Ladrilleros decidieron organizar actividades eco-turísticas que les permitieran controlar de mejor manera la salud y la preservación de estos lugares de alto interés biológico y cultural.


“Aparte de cuidar que no talaran los árboles, también empezamos a recolectar toda la basura que se encontraba acá”, dice Clidio al narrar las actividades que tuvieron que desarrollar para cuidar la zona antes de empezar a implementar los recorridos. “Llegamos a sacar 5 toneladas de basura, de plástico y vidrio, con la Corporación Ambiental del Valle del Cauca (CVC). Los separamos en bolsas y lo llevamos a una loma para dejar eso allá. Luego, volvimos a hacer el mismo ejercicio, pero como el primer lugar ya estaba lleno nos tocó buscar otro más adentro dónde dejar la basura”.


Durante dos años de reuniones, capacitaciones y talleres sobre turismo la organización de Ecomanglar empezó a dar frutos, sin embargo, algunos problemas aparecieron también.


“Una vez que tuvimos todas las lanchas para los recorridos y luego de que habíamos hecho todo el trabajo de adaptar el sendero, empezamos a cobrarle $1.000 pesos a los turistas para hacer este recorrido. Lo malo fue que la gente empezó a decir que nosotros nos estábamos haciendo ricos con eso y la cosa se puso mala, tanto que se terminó perdiendo la organización que teníamos antes”, narra otro de los miembros de Econatal que prefirió mantenerse como una fuente anónima en el reportaje.


Los rumores continuaron creciendo y el grupo de los guardianes del manglar empezó a fragmentarse. Algunos se fueron de la comunidad y quienes se quedaron no tenían la destreza suficiente para mantener la organización de los talleres ni las capacidades tecnológicas para seguir rastreando apoyos de convocatorias que permitieran mantener el proyecto con fuentes de financiación estables.


Hoy el sendero ecológico sigue en pie, aunque requiere algo de mantenimiento en sus estructuras y los recorridos se siguen haciendo, pero de manera individual y fragmentada.


Intentaron vincular a los más jóvenes a este proyecto, pero no ha sido posible. Los miembros de Econatal insisten en que las nuevas generaciones no tienen la misma visión del proyecto y que se ha vuelto muy difícil enamorarlos de estas iniciativas, especialmente porque no representan una entrada de dinero atractiva ni frecuente, "vea, eso hemos tenido que rogarle a la juventud para que hagan parte de este proyecto, pero a la juventud hoy en día le gusta estar en las partes donde ellos vean la plata todos los días y constantemente. Uno en estos grupos ve algún peso cuando hay proyectos… pero mientras tanto no" explica Clidio.


La lucha contra los plásticos que han hecho casa en el manglar



Un estudio científico comparativo entre la basura marina de 2015 y 2019 realizado por la Universidad Nacional y el INVEMAR indicó que la Bahía de Buenaventura había incrementado su contaminación por microplásticos en un 84 % en tan solo 4 años; siendo las fibras el elemento más predominante en el ecosistema, asociado principalmente a la inadecuada disposición de materiales de pesca y de textiles.


Así mismo, según investigadores de la Universidad Simón Bolívar, a partir de un estudio publicado en enero de 2023, el 89,5 % de la contaminación marina estudiada por este grupo en la zona del pacífico estuvo relacionada con residuos plásticos, especialmente el que provenía de bolsas desechables.


Este tipo de materiales han migrado a la zona de manglares, quedando atrapados en el sedimento; sin embargo, algunos de ellos llegan en forma de microplásticos que son consumidos por las especies de estos hábitats, generando importantes afectaciones a la salud de la cadena trófica y emitiendo sustancias tóxicas durante su largo proceso de degradación.


Luisa Espinosa, Coordinadora de Programa de Investigacion en calidad Ambiental Marina en INVEMAR, explica que “el microplástico en los manglares es una situación que se repite en nuestro país tanto en el Pacífico como en el Caribe, están por todas partes. La cuestión es que son partículas tan pequeñas que son difíciles de rastrear, en ocasiones cuando existe demasiada acumulación de estos materiales que son plásticos impermeables, se puede generar una capa superficial de microplásticos en las aguas del manglar generando problemas para que el manglar respire y sus raíces se oxigenen, o en ocasiones que no realicen correctamente su ciclo de nutrientes”.


El mangle que sigue dando vida


Debido a que las reuniones del grupo Econatal se volvieron cada vez menos frecuentes y su dinámica de trabajo se fue apagando, los miembros dejaron de utilizar la casa donde impartían sus talleres e instrucciones, dejando abandonado el taller de reuniones.


Casi como imitando la capacidad de dar vida que posee la mística biológica del manglar, hoy el taller de reuniones de Econatal lejos de estar desolado se encuentra lleno de niños que corren de un lado al otro; sus paredes se han llenado de colores, de pinturas de especies endémicas de Bahía Málaga y de muchos libros prestos para deleitar a los visitantes.


Hoy la casa de Econatal se ha transformado en la Biblioteca Sueño Pacífico, un punto de encuentro local para familias y niños en edad escolar. El lugar es hoy una biblioteca comunitaria instaurada por Plástico Precioso Uramba, donde los miembros de Econatal apoyaron la iniciativa para que utilizaran la infraestructura en este nuevo proyecto.


Aquí, en las tardes los niños encuentran un espacio donde son acompañados a hacer sus tareas; disponen de libros de consulta y de literatura que han sido donados por diversos voluntarios nacionales e internacionales.


En este espacio, también se hacen jornadas artísticas, educativas, talleres culturales y hasta cine club. El acceso a este lugar es gratuito y cuando se cobra el ingreso, se hace de manera pedagógica, pues se les pide a las familias que para asistir a la proyección de una película, lleven a la biblioteca la mayor cantidad de plásticos limpios, secos y separados que puedan entregar a modo de canje por ingresar y hasta para comprar crispetas durante la función.


Biblioteca Sueño Pacífico ubicada en Ladrilleros, Bahía Málaga. Fotografías: Linda Lucía Ballestas Torres, @lindaluciabt

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